Cambiá…pero hacelo «ya» y disfrutalo!

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Me ha pasado, muchas veces, esto de escuchar «sí , por supuesto que quiero cambiar, pero es difícil» «me cuesta». No sé en qué momento compramos la historia de que «cambiar» es algo fantástico que hacemos por nuestro bien (y el de los demás, por qué no) y por eso tenemos que estar resplandecientes y felices. Es cierto que uno «cambia» para evolucionar, para dejar atrás aspectos que nos estancan, para acercarnos a esa versión de nosotros mismos que queremos alcanzar. Pero nadie dijo que, necesariamente, sea fácil. Solemos caer en esa costumbre de categorizar las cosas como buenas/malas, lindas/feas, etc. Y no siempre las cosas se pueden mover en esos extremos. Existen los grises, existen los puntos intermedios. Cuando nos movenos en esos extremos absolutos perdemos de vista que muchos fenómenos son complejos y que los seres humanos, en sí mismos, se caracterizan por esa complejidad.
Cambiar implica dejar atrás muchas cosas…ya sea aspectos de nuestro ser, momentos, experiencias, cosas…y eso a veces duele, pesa y requiere de tiempo para «digerirlos».
En su libro EnCambio -el especialista en biología molecular- Estanialao Bachrach, frente a la pregunta ¿por qué los cambios nos cuestan tanto?, nos dice que «el cambio es, al mismo tiempo, delicado, frágil, caótico y complejo. Una de las razones principales de esta dificultad es que los sistemas complejos, como la mente humana, tienden a la homeotasis, es decir, a equilibrar el movimiento en una sola dirección, con mínimos compensatorios en la dirección opuesta. En otras palabras, si te sentís confortable con tus pensamientos, emociones y comportamientos, entonces sos consistente como persona. Pero si no, entras en conflicto. Cambiar muchas veces implica entrar en conflicto». Tendemos, por lo tanto, a volver a lo conocido (como diríamos «más vale malo conocido que bueno por conocer») porque cuando nos movemos en lo conocido nos sentimos seguros (que no implica mejor eh) Ahora bien, cuando nos alejamos de nuestras certezas, de ese camino que ya conocemos, nos adentramos en un espacio de incertidumbre y es ahí cuando se dispara la ansiedad…y es esta misma ansiedad la que muchas veces nos hace querer salir corriendo y decirnos en ese preciso instante «mejor me quedo acá!!»
Los cambios requieren de su tiempo, para ser procesados, para asimilarlos, para disfrutarlos. Necesitamos comprender que no todo ocurre «ya». Y sí, entiendo que nadie quiere sentirse mal, con ansiedad, angustiado…pero como suelo decir «tiempo al tiempo».
Personalmente, estoy en el medio de un cambio (y uno grande para mí!!) que comenzó cuando con mi familia decidimos venir a vivir a Estados Unidos. Y a veces me divierto con los mensajes subliminales (no siempre tan subliminales!) de «qué suerte la tuya!, debes estar feliz, chocha…acá las cosas están cada vez peores». Y sí, no es que uno (yo en este caso) no sea consciente de ello, que nuestra parte más racional y lógica lo tenga todo tan clarito. No obstante, nuestro corazón y nuestra razón pueden no ir de la mano…a veces se pelean, entran en conflicto. Uno dice «genial esto» PERO el otro retruca con un «todo muy lindo pero paren el tren que me quiero bajar!!!»… quiere volver a eso que conoce, a eso que bueno/malo, lindo/feo…sea como fuere…pero conocido y que le daba seguridad.
Entender, entonces, que somos seres complejos y que no todo puede ser medido por extremos absolutos nos ayuda a comprender la importancia de respetarnos, de respetar los tiempos, de permitirnos sentir miedo, de llorar, de pensar «cómo llegué acá o cómo llegué a esto».

Tener una mirada, de cierta forma, más realista de los cambios, nos permite comprender que por más de que uno en un momento determinado puede estar viendo (o viviendo) una tormenta, detrás de esa tormenta está el sol, esperando el momento justo para salir. Sólo es cuestión de esperar, de no huir, de saber que luego de esa tormenta va a venir el disfrute, la calidez y la tibieza de un rayo de ese sol que asoma.

Buena semana!
Natalia

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